Ya vamos viendo que -a pesar de que todos sabemos que la inflación es un fenómeno monetario- van apareciendo otras causas además de la esencial (costes, demanda, autoconstruida, por expectativas de inflación…), pero como dijo Milton Friedman, el monetarista más famoso: «La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario». El aumento de la masa monetaria o de otros instrumentos que directa o indirectamente aportan dinero al mercado, crea inflación. En un periodo inflacionario, lo que se infla es la masa monetaria en alguna de sus variantes o en todas y esa inflamación acaba en aumento de los precios por la pérdida del valor del dinero, como la de un órgano humano en fiebre y no al revés. Sin olvidar la aportación de Thomas Sargent: «La inflación elevada y persistente es siempre y en todo lugar un fenómeno fiscal», que también es cierto -como dice Juan Francisco Jimeno- y compatible con la afirmación de Friedman. Nos cabe el honor de que la Escuela de Salamanca, a principio del sigo XVI, ya aclaró que la inflación tenía un origen monetario, en aquel momento procedente del oro y plata que venía de América y que se ampliaba constantemente.
Recientemente escuchaba hablar sobre el aumento de turistas o similares (Erasmus, por ejemplo) y hace pocos días visite -por la noche- un par de zonas de mi ciudad en la que no se escucha hablar español, incluidas algunas lenguas que no acabo de distinguir y que no son francés, alemán, inglés ni italiano. En esas zonas se han abierto muchos pequeños restaurantes que han sustituido a los bares que había y que han elevado el nivel de la cocina o eso dicen ellos.
La verdad es que no nunca me casan las cifras que se dan de visitantes a mi ciudad, entre otras cosas porque con una disponibilidad de pernoctaciones de 19.900 al día, se dice que permanecen muchísima gente más en los momentos más festivos de la ciudad. Bien es cierto que hay pisos turísticos, casas de amigos, cruceros, ciudades cercanas, turístas de un día gracias al AVE y sus competidores, etcétera, pero me sigue pareciendo una exageración que nos puedan visitar dos millones de personas en cuatro días.
Algunas ciudades españolas tienen unos precios altísimos y que suben sin parar, como es el caso de Barcelona. En algunas cafeterías ya limitan el tiempo de permanencia y cualquier refrigerio te sale muy por encima de la lógica. No voy a mencionar el precio de los hoteles, que están intocables. Son ingresos que vienen bien a la ciudad, al empleo y las arcas públicas vía impuestos, pero que crean una inflación que perjudica a la ciuadadnía en general. No todo es crecimiento económico, hay que contemplar las derivadas de cómo se crece.
De lo que no cabe ninguna duda es que el turismo trae una gran cantidad de dinero a nuestro mercado y lo lanza como desde un helicóptero. En 2022, han sido 71,6 M de turistas internacionales, que han dejado 87.060 M€ que se incorporan a la masa monetaria del país sin que así estuviese determinado o tenido en cuenta por el gobierno de turno para ser compensado, resultando más ingresos que el año anterior debido al fin de la pandemia y a la inflación ya existente en España. Como en las exportaciones e importaciones, en el turismo también hay compensación con el dinero que los españoles nos dejamos fuera del país, pero a diferencia de la balanza comercial, en este caso tenemos un amplio superavit. El hecho de que el aumento de la demanda esté muy concentrado en poco tiempo o en una fase del año o dos como es el verano y la primavera, alienta a los aprovechados a subir los precios sin causa económica más que la de la búsqueda del aumento de su beneficio. No parece que se pueda decir lo contrario, es decir, que la inflación afecte negativamente al turismo, al menos por lo que parece, sin duda que será así hasta un límite pasado el cual se eligen otros destinos turísticos.
Se podría plantear el dilema de turismo o inflación y si los efectos positivos superan o no a los negativos. En mi opinión, el turismo es bueno pero requiere de un límite para evitar que se convierta en un verdadero problema que perjudica a los ciudadanos del lugar y a los que habitualmente visitan la ciudad por motivos profesionales. En su justa medida, casi todo es bueno. El marginalismo nos aporta un buen sistema de decisión y nos recorda que habría que ajustar la proporción, pero nunca recharazar el rango. No se trata de evitar el turismo o a los Erasmus, sino de acertar en la proporción adecuada, porque lo que hace aumentar el PIB nos perjudica en la inflación. Mientras haya inflación por encima del 3%, la UE no cejara en su empeño de bajarla subiendo el precio del dinero que enfría a una economía que suele resfriarse al menor cambio de temperatura. Turismo e inflación es un trade off que espero que alguien esté al tanto, aunque no sé si hay alguien al cuidado del tema en estos momentos.
Me hace mucha gracia -cuando en la TV- los políticos dicen que la inflación está bajando. La verdad es que los precios siguen subiendo aunque no tanto como antes, pero siguen acumulándose aumento sobre aumento. Además, los precios ya no bajan cuando han conseguido un nivel superior, aunque paren de subir. Posteriormente, sólo los que hayan aprovechado las cicunstancias para subir sus precios sin motivo, no les quedará otra que ajustar el precio por la presión del mercado.
El turismo, por lo tanto, provoca inflación. En definitiva, es masa monetaria que entra en el mercado por arte de birlibirloque. Luego que nadie eche la culpa a la Guerra de Ucrania que no cuela.
Y, ¿qué pasa con los Fondos Next Generation? Es más complejo porque una parte se va a los países de origen de los productos comprados y una parte de los fondos hay que devolverla antes de 25 años, pero es dinero que llega. ¿Ustedes también tienen la percepción de que la UE tiene dos políticas -una de expansión con los Fondos Next Generation y otra de enfriamiento de la demanda con el aumento del precio del dinero- al mismo tiempo? Opinen ustedes, por favor…