En muchas ocasiones, normalmente cuando han habido crisis, la oferta no ha tenido la templanza necesaria para parar y -como decían los experimentados barandilleros de bolsín de provincias- «El último duro que lo gane otro». Parecían competir por llevarse el mercado corriendo contra un muro. Basta pensar qué criterio seguían los que no paraban de ofrecer préstamos como si fueran a cerrar el banco que se quedará fuera de las medallas tuviera que cerrar las puertas. Ofreciendo hipotecas a los que pasaban por la puerta y tasando por encima las viviendas para que todo entrara en el porcentaje que cubrían las hipotecas.
No, la culpa no la tiene el sistema como un problema orgánico, la responsabilidad de la mayoría de las crisis la tienen algunos agentes del mercado que actúan irracionalmente en tal de no quedar por detrás de otros, tal vez sabiendo que los gobiernos no les dejarían caer. Debería existir una ley que quien actúe irresponsablemente y contra la lógica del mercado adquiera una responsabilidad penal que quite las ganas a los que quieren atentar contra la economía y/o defender su bonus anual.
En otras crisis también ha pasado ese exceso de oferta que ha inundado el mercado de productos porque se creía que la demanda no tenía fin y que se tenía que aprovechar la circunstancia, con el final ya relatado, inundación del mercado teniendo que parar las máquinas en seco hasta que se vaya -poco a poco- digiriendo la oferta en pesada digestión.
Los agentes deben predecir la demanda y hasta qué punto pueden asumir una oferta hiperventilando y, a partir de ahí, dejar que otro más arriesgado asuma el peligro de tener que quedarse con el almacén lleno.
Uno de los problemas que tiene el capitalismo es que sus reacciones de ajuste no son rápidas, en muchas ocasiones porque las nuestras como consumidores tampoco lo son: la inflación tarda 18 meses en efectuar su pernicioso efecto sobre los precios; algunas subidas de precio ilógicas tardan varios meses en comprobar el rechazo de sus clientes, la reducción de la inflación también es lenta a no ser que las medidas produzcan un colapso en la economía. La percepción de lo que está pasando no es inmediata y seguimos con la misma velocidad hasta que -con el tiempo- nos provoca chocar contra el muro. El juego de la cerveza nos aclara empíricamente cómo se produce.
La falta de predicción de la demanda es algo endémico en nuestras empresas. Es cierto que para algunos productos/mercados es complicado, pero para una buena parte de los productos industriales las herramientas informáticas actuales nos permiten una buena aproximación a precios aceptables para una pyme.
El agotamiento de la mayor parte de la población respecto a las crisis económicas va creciendo paulatinamente, ya no queda mucho margen tras la de 2008. Para que el capitalismo y la libertad sigan siendo la base de nuestra actividad hay que evitar las crisis, sobre todo las que se deben por la desaprensión de ciertos agentes del mercado financiero, pero también las que provocamos todos por la falta de frenada en la oferta de productos y servicios como si no hubiera un mañana.