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La diferencia de valor percibido entre el que compra y el que vende: la liquidez del bien

Seguro que les ha pasado cuando han ido a cambiar una divisa por otra, han observado o intuido que si vendes tu divisa y al instante quisieras comprar la divisa que acabas de vender, el precio es diferente y a la baja. Rápidamente pensamos que el comerciante de divisas tiene que ganar un margen y es así, pero hay que añadir un matiz muy importante. Si llevas euros a Inglaterra y quieres cambiarlos por libras esterlinas, el cambio será uno y si -al instante- quieres hacer la operación inversa ya no te pagarán lo que has pagado, ¿por qué? Pues por la distinta liquidez de cada divisa. Las libras en Inglaterra son más solicitadas que los euros, claro, con lo cual cada divisa tiene diferente liquidez, es decir, facilidad para venderla o para convertirla en algo deseable. Por eso se permiten ese margen diferencial. Lógicamente, poco podrás comprar con euros en Inglaterra.

Cada bien, cada producto o servicio tiene su liquidez tanto para el que compra como para el que vende y eso procurará la diferente visión de ambas partes y que se establece sobre la liquidez de la cosa a vender y comprar. El que compra tiene un bien de máxima liquidez: el dinero y, quiere comprar algo que tendrá seguramente menos liquidez (un paraguas, un automóvil, un traje, un producto industrial, una herramienta…) por eso se produce esa disputa entre comprador y vendedor hasta equilibrar su valor que incluye la liquidez. Valga como ejemplo contrario, al aficionado al fútbol (en un inicio…) que compra dos entradas para un R. Madrid – Barcelona y acaba vendiéndolas por el doble o el triple de su valor. Por qué se ha convertido en una reventa ilegal -si es que no lo era de inicio-, por la liquidez de las entradas. Si le costarán mucho de vender no habría comprado dos probablemente, habría comprado la suya y hubiera disfrutado del partido según el resultado, pero si tienen una gran liquidez las oportunidades se presentan casi sin querer.

Imaginen cómo fue el proceso de monetización en los albores de la economía. Tras un formato parecido a lo que entendemos al trueque que muchos autores niegan su existencia ahora -probablemente sí que se dio asimétrico temporalmente- comenzaron a utilizar productos indirectos de buena liquidez como medio de intercambio, algo que fuera aceptado casi como fuera dinero (la sal, trigo, etcétera) porque mucha gente lo demandaba. Ese caso se dio porque era complicado intercambiar bienes de diferente liquidez y poner de acuerdo en el balanceo de valor/liquidez era complicado. Al final, se llegó al dinero -también bajo diferentes naturalezas- porque se requería poder viajar con él y no tener que llevar pesadas cantidades de trigo, por ejemplo. El dinero acuñado tenía máxima liquidez, ya que la sal a pesar de su enorme liquidez, requería que alguien quisiera cambiártela por otro bien, por ejemplo un arma o una herramienta metálica.

Si se plantean esta cuestión con los productos que venden o compran, verán la operación de otra forma. El que paga el dinero siempre valorará más su aportación a la operación que el que propone un productos que -siempre- será menos líquido. Comiencen a pensar cómo compensar esa liquidez porque con ello fijarán mejor los precios y tendrán claro cuando ir a volumen o a margen.

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