Siempre he sido partidario de la libertad de elegir y lo sigo siendo, pero he de reconocer que si te pasas de número de opciones la sociedad se resiente y por tanto la economía. Hemos pasado de tener cuatro modelos de automóvil a muchísimos, nacionales y de cualquier origen. Cada automóvil tiene más de 450 modelos diferentes jugando con las opciones y sus combinaciones. Para implementar el modelo de registro de la Council Tax inglesa, tienes que elegir entre 10 ó 12 posibilidades de orientación sexual. Si vas a comprarte unos vaqueros -jeans para los más modernos- las opciones son numerosas: tiro, tratamiento del tejido, estrechos o acampanados, con botones o cremallera, elásticos o clásicos y no sé cuantas opciones más. Si contratas una cuenta on line y tienes que determinar las opciones que necesitas, vas a ver el tiempo que te lleva y las consultas que tienes que hacer para saber lo que realmente necesitas. Si me preguntan en un bar de burritos qué complementos quiero, siempre digo «De todo…» para mantener las fuerzas y poder comérmelo. Si compras un bien de cierto valor, podrás disfrutarlo mediante un renting, leasing, compra, otro tipo de financiación, compartirlo, por horas, etcétera.
Las opciones excesivas nos obligan a un esfuerzo superior de toma de decisiones, con el agravante que las opciones elevan nuestras expectativas y ya podemos figurarnos que el resultado será una decepción y la consecuente insatisfacción. También la disonancia cognitiva nos irá recordando a cada paso que tal vez no elegimos la mejor opción. No soy un especialista y no puedo asegurar la relación directa, pero creo que una fuente de la ansiedad y depresión que sigue elevándose en nuestra sociedad tiene como origen en esta necesidad de toma de decisiones constantes.
En los párrafos anteriores ya me he descubierto como un no partidario del excesivo surtido, opciones y posibilidades, aunque eso no quiere decir que no quiera opciones y alternativas, las quiero, pero en un número que mi intuición -ese piloto automático que utilizamos los humanos para mantener el cerebro en una temperatura aceptable- no le pase el mando al cerebro más racional por declararse incapaz.
Una forma de distinguir si una decisión requiere una mayor parte de nuestro intelecto racional, es que cuando la intuición le pasa la bola al racional normalmente se para, Es decir, no se puede decidir andando. Pueden hacer la prueba y verán cómo -en cuanto le plantee una decisión compleja- la persona decisora se detiene de inmediato, toma el poder de la acción y no quiere un desgaste más que el esfuerzo decisional. Aunque no sea lo mismo, todos recordamos aquel claim de «A la parálisis por el análisis» que tiene una relación con lo que comentamos, ya que el análisis excesivo impide la acción operativa por la necesidad de evaluar tanta posibilidad. Nuestro cerebro se lía con más de cuatro opciones.
Como conclusión y volviendo a la casa de los precios, las opciones es una herramienta clásica que impide el uso como referencia comparativa de los productos de la competencia de una forma efectiva. Las propias opciones ya plantean suficientes dudas de elección como para compararlo con otro producto diferente y de otro proveedores, quedando la decisión entre productos de casa. Sin embargo, el excesivo surtido o las múltiples opciones, complican la decisión y lo que -en principio- alentaba a nuestra libertad de elección, termina siendo un brete para la misma. Los humanos somos más felices en un entorno de decisiones más cerrado.
El exceso de opciones nos complica la vida de la misma forma o peor que cuando no hay muchas opciones donde elegir, un número lógico de ellas sería mejor. Este razonamiento no es sólo aplicable al comercio, empresas y economía, también para la vida. Demasiadas opciones.
Tienes toda la razón. Sobran opciones.
Hoy es complicado hasta ir a comprar un kilo de patatas