Richard A. Radford, el economista americano nacido en Inglaterra, durante su permanencia en un campo de concentración alemán para prisioneros de guerra se percató de la economía informal del campo, de sus usuarios (prisioneros y vigilantes) y de su «moneda», lo que le ayudó en sus posteriores desarrollos como economista y que plasmó en su famoso articulo «La organización económica de un campo de concentración» en 1945. Es un buen ejemplo para comprender el origen del dinero, aunque yo lo aplicaré -más tarde- a una cuestión paralela.
La vida en un campo de prisioneros de guerra tuvo que ser muy dura. En primer lugar, la mala alimentación y, en segundo lugar, por la falta de otras commodities que hacen la vida algo más soportable. El papel para escribir, una ropa de abrigo simple, tabaco, alguna comida, las hojas para afeitar. Lo que está claro es que donde no existe una economía libre, el mercado negro se abre camino a través de una economía informal. Esta es una de las grandes verdades del mercado y por las que a pesar de las predicciones y de sus problemas, sigue presente en los países donde se mejor se vive.
Volviendo a la economía del campo, la moneda titular del país no podía ser el medio de pago, aunque existiera cierta disponibilidad. Era el tabaco que abastecía la Cruz Roja lo que se acabó constituyendo como moneda efectiva. Con el tabaco, llegaba comida en forma de leche, chocolate, conservas en latas, etcétera. Los paquetes privados que también llegaban rompían el equilibrio de las mercancías disponibles por los prisioneros y ampliaban la diversidad de productos (ropa, más tabaco, artículos de aseo, etcétera). Ante estas mercancías en posesión variada y necesidades diferentes fomentaban el intercambio.
El trueque puro fue el arranque de ese mercado, seguramente iniciado por los no fumadores ya que el tabaco era la mercancía a intercambiar por su falta de uso por ellos. Los hábiles comercializadores salían a intercambiar alguna lata y varios cigarrillos y volvían con la saca llena. Finalmente, los cigarrillos llegaron a ser el patrón de valor para todas las mercancías disponibles que tenían de una demanda efectiva. Todos los productos intercambiables y que tenían mercado tenían su precio expresado en cigarrillos.
El caso que describe Radford, nos sirve para advertir a los que confunden los determinantes del valor con las medidas del valor. El trabajo fue una medida del valor para el intercambio como lo fueron los cigarrillos de las mercancías en el campo de Radford, pero no era el determinante de su valor. Los precios no dependen de los costes de producción sino de las preferencias y percepciones contextuales de los compradores potenciales.
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