Hace bastantes años, en una de esas crisis que nos visitan de vez en cuando y que parecen estar programadas para enfriar la economía, asistí a una conferencia del desgraciadamente fallecido José María Ferré Trenzano, buen consultor y formador de marketing, quien comentaba que las crisis tenían un 50% de verdad y un 50% de inducido. Contaba el bueno de José María que un buen día decidías comprarte un nuevo televisor y que en el aparato que estaba a punto de abandonar la casa -ya en sus últimas horas de servicio de información- veías el telediario en el que el presentador comentaba sobre una crisis que se acercaba y te entraba el miedo decidiendo guardarte el dinero para más adelante por si lo de la crisis venía de verdad. El que iba a comprarse la TV no estaba en crisis y tenía el dinero disponible, pero el que realmente entraba en crisis era el fabricante de televisores y el que los distribuía.
Esta es la auténtica realidad. El efecto contagio es muy importante en las crisis. Es por esto que Zapatero se empeñó en negar la crisis en la que estábamos inmersos totalmente, le habían dicho que no colaborara en su confirmación porque sería una forma de retrasarla. Claro que negar lo evidente es de tontos y produjo el efecto contrario, pero tenía el mismo objetivo cuando ya vio brotes verdes donde nadie más los veía. En aquel entonces -según parece- Moncloa había contratado a George Lakoff que -como experto en el lenguaje y en la creación de metáforas-, les dio algunos ejemplos a implementar.
El cerebro actúa por las palabras que uno dice (y se dice) y su concepto de una forma muy directa. Eso es lo que intenta Rafael Nadal con su famoso ¡Vamos! Es un grito a su cerebro, un cortocircuito a su diálogo interior para somatizar el ánimo. También el «¡España va bien!» de Aznar buscaba ese efecto. Esta claro que los mensajes que se repiten crean una disponibilidad tal que cuando pensamos cuál es la situación del país, la positividad inunda nuestra mente por proximidad creyendo a pies juntillas el claim. De eso viene viviendo la publicidad varias decenas de años.
Si atendemos a que la economía es un sistema total, los que la dirigen a nivel agregado deberían darse cuenta de su dinámica y no dejar que se caliente tanto y que amague la inflación y así no tendrían que enfriarla como un témpano al poco.
La lección aprendida en varias crisis (al menos, recuerdo haber vivido ya cuatro o cinco gordas) es que si todos cerramos el grifo bruscamente colaboramos a su establecimiento, lo que no quiere decir que no existan elementos objetivos para reconocer su existencia, pero que podemos frenarla si no colaboramos en su difusión. Utilicemos la cabeza, y no dejemos que la aversión al riesgo nos domine (tendencia natural a este sesgo) y permitamos que la economía siga funcionando con la máxima normalidad posible, aunque sea a menos revoluciones.
Lo que no hay que hacer nunca es mentir. No tiene ningún sentido decir que la UE ha subido la expectativa del PIB para este año para España si todos estamos viendo lo que pasa. ¿Por qué empeñarse en contarle a los ciudadanos como están y cómo les va a ir? Cada uno sabe cómo está y lo que ve a su alrededor, tanto para bien como para mal.
En este momento se están mezclando acciones restrictivas (subida de tipos) con expansivas (gasto público alto y frecuentemente sin sentido que más parece una búsqueda de votos que de ayudar a la gente). Yo no lo entiendo, pero supongo que quieren estar a todas y así seguro que sólo se equivocan en parte y pueden decir que tomaron las acciones adecuadas, aunque nunca dirán que sólo fueron la mitad de ellas.