¡Qué poco apreciamos a los nuestros y a sus obras! Si los británicos hubieran tenido a la Escuela de Salamanca en su historia, Adam Smith y los clásicos anglosajones hubieran adelantando sus teorías cien años y de una forma mucho más correcta. Por desgracia, entre nuestras virtudes no está la del reconocimiento y exaltación de los nuestros.
Los escolásticos de la Escuela de Salamanca, probablemente aupados por la situación de España en los años posteriores al descubrimiento de América, pudieron observar una serie de efectos económicos desconocidos hasta ese momento -al menos- con esa intensidad. Sus aportaciones más sobresalientes se centraron en el descubrimiento de la causa monetaria de la inflación, la teoría subjetiva del valor y muchas cuestiones de la teoría bancaria. No hay que olvidar que Sevilla se convirtió en capital económica del mundo y banqueros alemanes y holandeses desarrollaban la banca planteándose problemas, abusos y necesidad de normativa.
Uno de los miembros más destacados de la Escuela de Salamanca fue el jesuita Juan de Mariana. Hombre culto, políglota, teólogo, viajado y que tuvo el valor de estar contra un rey tirano y contra la inflación que provocaba, lo que le costó ir a prisión por denunciar la inflación por delante de su planteamiento de si era conveniente el tiranicidio. ¡Cómo de importante será la inflación para los tiranos!
Los malos administradores entraban en default de forma continuada y provocaban hiperinflación -a través de acuñar moneda- para solventar el problema. En 1596, Felipe II decidió reacuñar monedas de vellón, pero esta vez sin plata y a base de metales de mucho menor valor, así conseguía fondos con la plata para tapar el agujero del tesoro. Con su hijo Felipe III y su valido Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y Marqués de Denia, la masa monetaria crece de forma planificada y descarada. Lo hizo eliminando totalmente la plata de las monedas, ya que su padre -ante las protestas- decidió dejar un gramo en cada moneda mezclada con un metal menor; también duplicó el valor facial de cada moneda reacuñándolas (la de 2 a 4 y la de 4 a 8 maravedíes), para pagar sus deudas más fácilmente. La hiperinflación castellana estaba servida.
Provocar inflación -la herramienta de los malos políticos- no es una cuestión moderna, ni siquiera medieval, ya en el Imperio Romano, Nerón hacía golpear las nuevas monedas acuñadas -dentro de unas grandes botas de piel- para que perdieran metal y poder lanzar más monedas que el nominal aprobado y ligado a los metales preciosos que las constituían. La inflación es el más injusto de los impuestos porque empobrece en la misma proporción a los ciudadanos y tapa la mala gestión de los administradores.
1 pensamiento sobre “Juan de Mariana: ¡Ni tiranos ni inflación! Y fue a prisión por decir lo segundo”