En esta tormenta perfecta en la que nos encontramos con alto desempleo, miles de comercios cerrados y el PIB por los suelos, no cabe más que desplazar la demanda hacia la derecha, pero sin tocar los precios, sin castigarlos más, sin deteriorar los márgenes. Herramientas hay de sobra, pero no se quieren utilizar o no hay más cera que la que arde. Vemos qué recursos tenemos a nuestro alcance o mejor dicho, los que tienen los gobiernos.
Básicamente, aumentando el gasto público o bajando los impuestos (política fiscal) o aumentando la cantidad de dinero. Un aumento de la tasa de interés o una disminución de la masa monetaria, hará que la demanda se desplace a la izquierda (política monetaria). El Cisne Negro en el que nos encontramos acelera la necesidad de tomar decisiones claras que estén alejadas de la ignorancia económica que algunos miembros del gobierno se empeñan en dejar clara, aunque parece que han realizados estudios económicos. Hay cuestiones que se me escapan, parece ser que vienen tiempos de gran gasto público, de insuflar dinero al mercado y, sin embargo, la deuda pública se emite con intereses negativos. Todas las naciones importantes tienen una población mucho más numerosa que la nuestra, esta cuestión siempre ha representado un problema en España y es secular. La población ayuda al desplazamiento de la demanda.
Los salarios no han crecido, eso es un hecho. Lo que costaba un menú a mediodía en 1987 se ha multiplicado por un factor de 10, pero los salarios no han seguido esa progresión, ni mucho menos. La deuda privada ha aumentado para compensar esa falta de crecimiento y la clase media está desolada. No puede haber demanda si nos consumidores no tienen liquidez y ésta no puede ser obtenida a base de préstamos. Los márgenes empresariales deben ser conseguidos por el aumento de la demanda y el mantenimiento de los precios. La deriva de bajar los precios constantemente como forma de que se pueda acceder a productos y servicios por una mayoría, no lleva a ningún buen sitio.
Las empresas son -y no el gobierno de turno- quien considerase un aumento salarias para no acabar con el mercado o que este deba acceder al disponible a través de endeudarse con el consecuente riesgo al que sucumbimos en la última crisis.
Sin demanda no hay economía y las empresas tienen que cerrar aumentando el desempleo, este ciclo está claro y no sé por qué nos empeñamos en repetir.
El gasto público es conveniente para purgar el motor, de arranque de la economía en crisis graves -al estilo keynesiano-, pero no puede ni debe llegar más allá. La solución es dejar el dinero en el bolsillo del consumidor después de haberle aumentado su salario por parte de las empresas de forma voluntaria, por el convencimiento que no hay mercado sin consumidores con recursos. Los que quieren aumentar el SMI y a cambio aumentar los impuestos sin parar, bien harían marchándose a alguna república bananera.
En el boom de la construcción quedó demostrado el modelo, pero los abusos, verticalización del sector motor y salarios no ligados al mérito y al valor añadido, anuló su parte positiva.
Parece un juego de palabras, pero la demanda sólo mejora hacia la derecha.
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