Mucho se está hablando en estos tiempos de los aumentos de precios desmesurados de algunos productos que se requieren urgentemente. Esa es una mala práctica, puesto que algunos costes han podido subir y así ha pasado, pero otra cosa es el abuso y aprovechamiento de la situación. Una mascarilla de 10 euros puede subir su precio respecto al que tenían hace seis meses, pero no puede haber aumentado un 500%.
El motivo del post no es comentar respecto a esos malos comerciantes que han querido hacer el agosto con la necesidad mundial, sino de aquellos otros que utilizan sistemas de fijación dinámica de los precios y en el que los algoritmos indican subidas de precios por el aumento de la demanda en forma brutal y generalizada.
Los algoritmos han sido «educados» para estas circunstancias y los que no lo estaban han sido disciplinados para limitar sus reglas. No podía ser de otra forma, el proveedor se juega -en este caso- bastante más que sus beneficios, se juega su reputación y la buena experiencia de usuario acumulada a través de los años, que es el máximo tesoro que un comerciante puede tener. Por eso Amazon y los grandes proveedores han estado vigilantes para que sus precios y los de sus proveedores externos se mantuvieran dentro de la lógica comercial y de las normas del buen comercio generalmente aceptadas por las partes.
Frecuentemente recordamos que la automatización de los procesos, eso que ahora se ha venido a llamar la transformación digital, no es más que la reproducción de las reglas con las que actuamos, pero que ahora se automatizan con las ventajas de rapidez, mayor posibilidad de atención a usuarios y evitación de errores humanos. Como haría un buen comerciante, se puede subir el precio si nuestros costes también los han hecho bajo una situación excepcional, pero no aprovechar este momento. Es más, es una situación ideal para «perder» margen, pero ganar clientes para toda la vida. Por eso -y porque son regidas por personas- hay muchas empresas que se han puesto a colaborar en producir elementos que no son de su catálogo o han mandado sin cargo, elementos de protección a sus clientes.
No son situaciones corrientes, son excepcionales, cisnes negros que aparecen sin esperarlos y los algoritmos los contemplan porque deben reflejar las buenas costumbres y hábitos del comercio tradicional. Los que no los contemplaban, han tenido que hacerlo de inmediato, sujetando sus gestores las riendas. De todo se aprende. un paso más para la mejora.