En primer lugar, déjenme aclarar qué son los productos Giffen y quién era este señor que dio nombre a este tipo de productos, o mejor dicho, a este tipo de comportamiento del consumidor o -al menos- a él se lo atribuyó Alfred Marshall, uno de esa pléyade de grandes economistas británicos de final del siglo XIX y principios del XX.
Este fenómeno o caso especial de la demanda puede explicar algunos comportamientos de la sociedad actual, por ejemplo, que en una situación de fuerte crisis los bares y cafeterías emerjan como hongos y que -además- estén llenos en su mayoría. Sí, ya sé que muchos tienen que cerrar, pero es que no hay indios suficientes para tanta pluma. Volvamos a explicar el efecto Giffen.
Sir Robert Giffen, un economista, estadístico y periodista escocés, observó que habían una serie de productos que se comportaban contrariamente al resto en cuanto a la elasticidad de su demanda-precio. Concretando, me refiero a que cuando subía su precio también lo hacía su demanda en una perfecta contradicción, sobre todo no tratándose de un producto de lujo sino más bien inferior. Todos sabemos que lo normal es que pase lo contrario: si los precios suben, la demanda de ese bien tiende a disminuir describiendo una curva que definirá su comportamiento más sensible a las subidas que a las bajadas de precios según el tipo de producto, mercado, etcétera. Como diría un cursi, la curva de demanda de un producto Giffen tiene la pendiente positiva y de ahí su conducta contraria a la del precio. Aunque estas situaciones suelen darse en momentos concretos del mercado, en especial en los tiempos de crisis.
Un ejemplo clásico es el del pan o el de las patatas. Si el precio del pan sube, mucha gente en mala situación económica aumentará su consumo de pan porque ya no tiene suficiente liquidez para comprar otros productos y el pan sigue siendo el alimento más barato a pesar de la subida, así que compra más aunque sea para comer pan con pan.
Desde hace algunos años, mucha gente no tiene la liquidez suficiente para viajar, comprarse un automóvil, vivienda turística, etcétera. Sin embargo, sí tiene para desayunar un café con leche y unas tostadas o hacerse un aperitivo antes de la comida. Es el único «lujo» que -aunque suba- puede permitirse y de ahí que los bares de almuerzos, bares de tapeo y cafeterías esté llenas de todo tipo de estratos sociales.
Soy plenamente consciente que he forzado un tanto la Tª Económica, que me perdonen los dogmáticos, pero me ha parecido que el efecto Giffen podía explicar que en una mala situación económica mucha gente acuda a estos tipos de negocios cuando sale mucho más barato desayunar o tomar una cerveza en casa. Es que es la única alegría que muchos se pueden permitir y aunque suban los precios ligeramente, las terrazas y bares están más llenos.
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