Cuando observamos los hechos históricos, con frecuencia, pronosticamos sobre el futuro basándonos en ellos como si supiéramos realmente lo que pasó. Despreciamos las verdaderas causas de los hechos, porque tal vez hubieron negociaciones que no fraguaron entre un componente del bando ganador de una guerra con otro del bando contrario para crear una nueva coalición, que finalmente no se dio pero que hubiera cambiado el curso de la contienda; el inventor de una gran innovación a nivel mundial se la copió a un italiano que no ingresó en la historia y mil historias más. Mucho peor es cuando afirmamos de un directivo que es tan rígido que llevará a la empresa al desastre, cuando la realidad es que la empresa es un desastre y si no se pone rígido la empresa se va a la porra rápidamente. Luego, cuando aparece un Cisne Negro de Taleb, todos nos quedamos extrañados porque nadie lo vio venir. Tal vez nos hayamos perdido algún escalón de la secuencia y por eso no intuimos lo que viene.
En las reuniones con mis clientes, también lo veo. Directivos que lanzan pronósticos basados en su intuición que -a la vez- basan en los hechos pasados. No lo voy a negar, yo también lo hago de vez en cuando: en muchas ocasiones he pronosticado sobre el desarrollo futuro de los hechos basándome en mi intuición y -claro está- en la experiencia profesional. No es malo ni bueno, simplemente es humano y no lo podemos evitar, a poco que tengamos una brizna de información o un indicio, realizaremos un pronóstico causal de mil demonios. Como no se puede evitar, al menos, estemos en situación de alarma cuando nos reconozcamos practicándolo.
Me he encargado de algunas selecciones de personal que no han resultado -a la vista de los hechos posteriores- demasiado bien y he tenido que reflexionar sobre lo que hago mal. También tengo que decir que, en algunas ocasiones, no he seleccionado al candidato que más me gustaba porque se salía del presupuesto, pero mi sesgo está ahí y he querido analizarlo: tengo que decidir sin demasiada información (el CV es un «folleto» lleno de exageraciones) y me dejo guiar por la intuición y, quien adopta una cierta postura entre proactivo y que ya ha resuelto el problema con anterioridad, me acaba llevando al huerto.
Todo lo anterior, era la justificación para hablar de la previsión de la demanda y sus bases sobre el pasado. Cualquier sistema predictivo actual no tiene más remedio -con machine learning o sin ella- que basarse en los datos pasados. Tal vez, en un futuro, se pueda basar en otra información que pueda ligar causas con resultados y entorno. Las buenas predicciones intentan que la circunstancia sobre la economía del momento acompañe a los datos, pero hay otras causas de una cifras -tanto para bien como para mal-, es el caso de los directivos que consiguieron esos resultados.
Ante la dificultad de contar con la información total de la situación que nos permita analizar por qué se consiguieron esas cifras, simplificamos el funcionamiento de las cosas y pronosticamos cómo serán las ventas para el próximo año, aunque hayamos duplicado la capacidad comercial de la compañía. Que será para bien, si son buenos profesionales o sólo servirá para aumentar los costes y para vender menos o con menos margen.
Las causas, son las causas las que producen los efectos y éstos no explican -sin las otras- el futuro.