De alguna forma no adecuada, se podría aplicar aquello de «Hecha la ley, hecha la trampa», pero guarda una relación. Cuando percibes el funcionamiento de un sistema de precios dinámicos, mucha gente devuelve al algoritmo una serie de acciones en contrapartida que lo amortigua o anula el efecto de la acción marcada.
Hace poco veíamos en las redes sociales como una persona con decenas de móviles dentro de un caja que arrastraba, creaba el efecto «tapón de tráfico» a algún sistema de geoposicionamiento y provocaba una recomendación de rutas alternativas. Algunos conductores de compañías de alquiler de vehículos con conductor apagan el mecanismo de localización cuando están en zonas con muchos vehículos de este servicio, para que el sistema lo equilibre pagando más. Los usuarios cruzan tres calles para rebajar el precio del servicio. Todos estas «tretas» son permitidas por los algoritmos de precios -dependiendo de las compañías- para dar flexibilidad al sistema y no dejando que nadie se salga del servicio por creer que es un abuso, por esto se permite que -con alguna incomodidad- se consiga rebajar el precio o subirlo dependiendo de si eres conductor o usuario.
Esta forma de actuar permite ajustar el algoritmo y ejercer un tipo de autodiscriminación que coloca mediante su acción en la tarifa más adecuada a su perfil. Estamos en el inicio de un mundo de precios dinámicos y los algoritmos no son perfectos, pero como sistemas que son, intentan llegar a una situación de fluidez muy propia de la dinámica de sistemas.
Esa capacidad de autodiscriminación o de diferenciación de precios en realidad, se va a ir imponiendo en muchos sectores en pos de que se produzca una optimización de precios realizada por los clientes, en lugar de que tenga que ser el propio proveedor mediante la realización de una previsión del número de clientes de cada nivel de precios. Lo ideal es que cada potencial usuario se ajuste a un precio mediante alguna acción que considere suficiente y asumible, ya sea una hora u otra, tres calles más allá o en la principal, un mes u otro, en las primeras filas o en las finales, etcétera. Lo que es importante es que nadie quede fuera de la capacidad de comprar un producto o servicio, aunque sea aceptando alguna circunstancia para diferenciar el propio producto o servicio respecto a los que pagan el precio completo.
Los productos y servicios van a ir estableciendo sus precios según las circunstancias y condiciones y no se van a escapar muchos de este proceso, hasta los servicios sanitarios. Por nuestra parte, por la de los usuarios, tendremos que conocer el funcionamiento básico de los algoritmos para saber cómo rebajar los precios mediante incomodidad o una visión peor en un evento. Todos sabemos que la compra anticipada abarata los precios o que hay temporadas más baratas que otras para viajar, pues así para una infinidad de servicos y productos.