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La falacia de la ventana rota de Bastiat: los errores de hoy los sufrirán otros mañana

Escuché una vez a un asesor fiscal que los buenos consejos de los fiscalistas se ven a los cuatro años, aludiendo -claro está- a las medidas arriesgadas que no han acabado en un acta de la Inspección. Muchas de las decisiones que se toman hoy se convierten en situaciones fatales al tiempo, pero los causantes se sienten desligados a los efectos devastadores de sus decisiones por la latencia temporal.

Por otra parte, algunas decisiones -en el mejor de los casos- deben contemplarse como costes de oportunidad por no tomar mejores alternativas en el momento de activarlas, aunque el problema es igualmente, que no se percibe así hasta tiempo después. Al igual que la alegría en la emisión de dinero o un bajo precio del mismo produce -se percibe, mejor- su efecto pernicioso al año y medio o dos años. Luego no es difícil concluir que el proceso anti inflacionario actual durará hasta final del año que viene (el BCE sube los tipos de interés en junio de 2022. La Reserva Federal -siempre más despierta- en marzo de 2022), en el que la inflación habrá ido languideciendo en su trayecto de 18 meses como desde la última fecha de su causa.

El economista francés Bastiat, uno de los más importantes impulsores del Liberalismo, con su falacia de la ventana rota, aportó esa ilusión que falsea nuestra percepción haciéndonos creer en lo que brilla en un primer momento, pero sin dejarnos ver que por debajo hay otro proceso menos favorecedor que no habíamos detectado por estar latente. El bueno de Federico contaba que un niño jugando rompe la ventana de una panadería y en un primer momento alguien aprecia que esto generará riqueza porque el cristalero tendrá más negocio que a la vez invertirá en otra tienda y así sucesivamente, sin percibir que el panadero se ha quedado sin gastar en lo que el necesitaba y que su proveedor también se ha quedado sin la compra del panadero.

En los cambios económicos o algunas decisiones parecen lógicas porque favorecen visiblemente a un segmento de la población, pero no vemos el mecanismo subterráneo que también se ha creado y que -con frecuencia- acaba perjudicando indirectamente y al tiempo al propio segmento al que ayudó. Los sistemas complejos tienen eso, lanzan diferentes efectos que se perciben al tiempo cuando ya es tarde y sólo queda maldecir al decisor simplón.

Las decisiones de precios son una de estas áreas sensibles. Muchas empresas creen haber salvado una temporada y no se dan cuenta que han iniciado la ruta al desastre, pero basta con que el tiempo desligue la relación causas-efecto para poder dormir sin remordimiento. Los precios crean hábitos tendentes a la erosión de sus márgenes en los clientes y conforman percepciones de calidad que no les favorecen. Debemos pensar en todos los efectos que provocamos y dejar de pensar que mañana será otro día después de creer haber resuelto la cifra de ventas de este año, aunque hayamos dejado al margen temblando.

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