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La potencial prosperidad de Sefarad se fue a los Países Bajos…

Nunca me he explicado por qué habiendo tenido unos ingresos en oro, plata, especias y nuevos alimentos durante un prolongado periodo, España, no es una potencia mundial en la actualidad, aunque fuera en claro descenso respecto a la época dorada. Concretando, me gustaría saber por qué las infraestructuras económicas y financieras que tienen otros países sin haber tenido aquellos ingresos, les permite ser líderes en la banca y otras industrias clave. Países como Alemania, Países Bajos, etcétera, sí las tienen, pareciendo que -de una un otra manera- aquel ingente volumen de ingresos de España hubiera acabado allí, eso sí, bien gestionado. En un momento de la historia, hemos tocado todos los palos que te llevaban a la riqueza. Conquistamos tierras y naciones por las armas, raptamos a negros en Nigeria para esclavizarlos y llevarlos al Nuevo Continente que dominábamos comercialmente y todos los países que nos siguieron en estos métodos de enriquecimiento por la vía rápida y tan deleznables con la mentalidad actual, sacaron mucho más rédito que nosotros o, como única alternativa, supieron qué hacer con ellos mejor que nosotros.

Como suelo hacer cada verano y en el periodo de Navidad desde 2009, me permito la licencia de salirme del ámbito habitual de contenidos, para tratar un tema paralelo a los tratados semanalmente.

España ha sido cobijo escogido por varios pueblos de orígenes diversos, pueblos del norte, pueblos del sur, romanos, cartagineses, judíos, fenicios, todos ellos vieron a la península Ibérica como un lugar donde vivir y trabajar y, sin embargo, aquí estamos: sin mucha industria, incluso menos de la que teníamos, con mucho paro, con un nivel de ingresos mucho menor, aunque seguimos teniendo algo que atrae a los turistas y que me niego a pensar que es el calor.

En la labor de reflexionar por qué somos diferentes a los países que lideran Europa desde el punto de vista económico, financiero e industrial, sólo advierto una diferencia histórica que podría habernos dejado sin el motor de esas sociedades: la comunidad hebrea que expulsamos. En València, las familias que descienden de las que estaban asentadas hace cinco siglos -con mayor o menor incorporación de otras sangres diferentes a través de los años- todos tienen las tres básicas que constituyeron «un mix sin mezclarse» que provocó un gran progreso social y económico, pese a ser tan diferentes -o, tal vez no- en sus prioridades y formas de ser. Cristianos, musulmanes y judíos, colaboraron en el desarrollo económico desde los puntos fuertes de cada facción y transigieron -de cierta forma- en sus diferencias.

A pesar del exterminio de los judíos en Alemania, Polonia, Austria, etcétera. En eso países, las comunidades siguen siendo importantes, cosa que no ha pasado en España, donde se fuero diluyendo en la sociedad dominante mediante el proceso de conversión que depura a los malos de los buenos, admitiendo exclusivamente como integrables a su comunidad a los que están dispuestos a renunciar a sus creencias. Luego, no es de extrañar la cantidad de trepas políticos que sólo buscan su ganancia.

En todos los países europeos donde la comunidad judía es importante, la industria y las finanzas, se ha desarrollado hasta nuestros días. En España hemos ido a menos, justo desde que los Reyes Católicos decidieron que los judíos abandonaran Sefarad, convirtiéndonos en los primeros exportadores mundiales de la capacidad de desarrollo económico.

Como apunta Padura, los judíos han sido exterminados en algunos momentos de la historia, pero no por eliminar sus prácticas sino para copiarlas y adquirir -sus exterminadores- las condiciones de pueblo elegido que quiere perpetuar su pureza. ¿Qué si no fue el exterminio nazi de los judíos en Europa? La envidia de la burguesía que generaban en sus guetos, hizo el resto.

La Teoría General de Sistemas indica que las causas siempre son complejas en su dinámica, pero la presencia de las comunidades judías en todo el mundo siempre caminan con el progreso de la sociedad donde se enmarcan. ¡Cuántos españoles vienen sin saberlo o sabiéndolo de aquellos orígenes! Me resulta muy curioso que, cuando los periodistas preguntan por un gran deportista español abreviando su nombre, sus familiares más allegados responden -aludiéndolo- con su nombre completo. Y es que «Rafa», no figura en el Antiguo Testamento…

Los judíos instalados en los Países Bajos siguieron comprando a los sefardíes conversos que se quedaron en la península ibérica, pero el margen se fue a Ámsterdam. Los pragmáticos judíos y calvinistas locales se dedicaron al comercio, banca e industria, integrando los usos de cada país. Holanda subió como la espuma con esa inyección de creadores de economía. Un buen número de sefardíes se quedaron convirtiéndose. Portugal y España quedaron condenados para siempre como países de segundo orden económico.

En Ámsterdam se fraguó el capitalismo mediante la expansión del comercio y la industria. El factor económico que había representado la Iglesia y las cortes reales dieron paso a la burguesía como motor económico potenciado por el pragmatismo calvinista y la presencia judaica de origen sefardí, principalmente. La Guerra de Flandes fue como el cambio de orden mundial en el cual el protestantismo relevaba al poder católico romano. Como siempre, Inglaterra jugó un papel fundamental y, aunque había expulsado a los judíos tres siglos antes que España -cuestión que la historia suele olvidar-, ahora iba a facilitarles un nuevo y casi definitivo progreso económico.

Por si lo anterior fuera poca merma, en todas la grandes corporaciones reconocen que los mejores managers son judíos. Lo que podíamos haber sido si hubiéramos respetado todas las creencias seculares y hubieran trabajado al unísono, como en algún momento de nuestra historia pasó.

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